¿Afecta el estrés postvacacional también a los niños?

regreso al colegio

Parece increíble, con la energía y vitalidad que tienen y con esa capacidad de contagiarnos su alegría y de emocionarse con todas las cosas, ¿cómo puede ser que les pueda afectar negativamente el fin de las vacaciones?

Y es que, según indican los especialistas, el síndrome postvacacional en niños y adolescentes es algo muy normal. ¿Por qué? Básicamente porque pasan de estar desde el mes de junio sin horarios, tareas, y obligaciones y en ambientes muy distendidos a volver a una rutina mucho más rigurosa.

 

¿Qué es exactamente el síndrome postvacacional?

El síndrome postvacacional no está reconocido por la OMS como enfermedad. Para nuestra tranquilidad, tenemos que saber que se trata de un fenómeno normal, que no supone más que una readaptación a la vida “normal”, y que solo suele durar entre 1 y 3 días. En algunos casos puede prolongarse hasta una semana, pero esto tampoco es preocupante. Solo habría que consultar con el especialista si no remite con los días y se prolonga en el tiempo, ya que entonces pueden existir otros factores que habría que tratar como problemas de aprendizaje en el colegio, presión de los padres por los resultados académicos, bullying, miedo a los profesores, problemas de adaptación, etc.

 

Síntomas

sintoma vuelta al cole

Los síntomas que reflejan que un niño o adolescente está pasando por este pequeño trauma pueden ser, juntos o aisladamente, tristeza, irritabilidad, alteraciones del sueño, fatiga, pérdida de apetito, molestias corporales difusas, diarreas o vómitos. Estos síntomas, hacen que nuestros hijos puedan presentar una alteración en su comportamiento.

 

¿Qué podemos hacer?

Pues ser el primer ejemplo para ellos. Así de sencillo. Si los niños ven que los padres “sufren” por la reincorporación al trabajo, pueden aprender y sentir esa misma sensación negativa con su vuelta al colegio. Sin embargo, si los padres son un ejemplo de positividad, mostrando las ventajas de cada época del año, pueden ayudar a crear una predisposición positiva en sus hijos ante la vuelta a la normalidad.

pasillo colegio

 

No obstante, aquí os ofrecemos algunos consejos para ayudar a que esta transición sea lo menos traumática posible:

  1. Muchas veces, por la edad que tienen, a los niños les falta madurez para contar lo que sienten. Por eso debemos intentar ayudarles a que se expresen y se desahoguen.  Hay que recordar que cada niño es diferente y lleva su propio proceso, que puede ser diferente incluso entre hermanos.
  2. Como hemos comentado anteriormente, no contagiemos nuestra angustia a los niños. Si la sentimos, intentemos disimularla y que no sean testigos de nuestras malas caras, lamentaciones por el final de las vacaciones, etc.
  3. Dar importancia a sus emociones, es decir, no expresarle que es una tontería lo que le pasa. E intentar comprender el motivo de su angustia para poder ayudarle. Por ejemplo, si lo que le angustia de la vuelta al colegio es que tiene dificultades en matemáticas, de nada le sirve que le digamos que qué bien que se va a reencontrar con sus amigos. Tendremos que apoyarle frente a su miedo e intentar darle soluciones a ese problema con esa asignatura. Y, después, destacar otros aspectos positivos de la vuelta a la vida “normal”.
  4. El pensamiento positivo se entrena. Así que podemos aprovechar para ir hablando con ellos de todo lo bueno que tiene la vuelta al colegio: ver a los amigos, volver a jugar a con ellos, practicar su deporte favorito, las excursiones del colegio, las fiestas de cumpleaños, etc.
  5. Normalmente, queremos aprovechar las vacaciones hasta el último momento. Y no es lo más adecuado pasar de la sombrilla y la playa al pupitre. Lo recomendable es tener unos días antes de adaptación, ir preparando las cosas del colegio, los nuevos libros, ropa, etc. Así el cambio no es tan brusco para ellos.
  6. También una buena herramienta para los días anteriores al inicio del curso es comenzar a organizar los horarios lo más parecido posible a lo que serán durante el curso: meterse antes a la cama, misma hora que la habitual de comidas, meriendas y cenas, etc.

Como vemos, este pequeño síndrome no es preocupante, pero si podemos evitar que nuestros hijos los sufran o minimizar sus síntomas, mucho mejor. Además, nos permite practicar el pensamiento positivo, una herramienta que, sin duda, será de gran utilidad para nuestros hijos durante toda su vida.

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