¿Cómo elegir el mejor fotoprotector para nuestros hijos?

Elegir el mejor protector solar para nuestros hijos es muy importante, pero no es tarea fácil entre tanta variedad. Por eso, como siempre, la mejor recomendación es consultarlo con el pediatra o el farmacéutico, que son quienes mejor pueden asesorar en cada caso. No obstante, en este artículo ofrecemos información para resolver algunas dudas que surgen respecto a la fotoprotección infantil.

¿Protección solar desde qué edad?

Los expertos recomiendan comenzar la aplicación a partir de los 6 meses de edad, ya que antes no está indicado por la alta sensibilidad de la piel del bebé (aunque encontremos en el mercado marcas que indiquen que sí puede utilizarse). En estos meses, la mejor protección es la no exposición solar del niño. Así de sencillo. De esta manera, no será necesario utilizar ningún fotoprotector.

¿Filtros físicos o químicos?

Los filtros físicos son sustancias inorgánicas que actúan como pantalla o barrera física, es decir, producen una especie de “rebote” de la radiación solar. Normalmente están compuestos de pigmentos minerales como el dióxido de titanio y el óxido de cinc, que no provocan reacciones en la piel. Están indicados sobre todo para niños de 6 a 3 años, ya que su piel es más delicada y estos filtros no pueden ser absorbidos por la piel. También deben aplicarse en niños con piel atópica. Eso sí, hay que tener en cuenta que son cremas muy espesas que dejan una capa blanquecina y son más difíciles de extender.

Por otro lado, los filtros químicos son compuestos orgánicos que absorben la radiación ultravioleta. El único inconveniente es que, al absorberse a través de la piel, pueden provocar alguna reacción adversa, por eso no están recomendados a niños menores de 3 años cuya piel es muy delicada.

¿La solución? Los filtros mixtos, que son los más utilizados en protección pediátrica: consiguen filtros de protección mayores y no dejan esa capa blanquecina de los filtros físicos gracias a sus nanopartículas.

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¿Qué SPF elijo?

Aunque la protección total no existe, si utilizamos factores de 50 o más estamos protegiendo la piel de nuestros hijos de la radiación en un 97%. Obviamente, en todos los casos se recomiendan factores muy altos, de 50 en adelante.

Pero, ¿qué significa exactamente el número de protección (30, 50…)? Hay creencias extendidas como que el número SPF significa la cantidad de minutos que “funciona” la crema solar (20 = 20 minutos, etc.), pero no es exactamente así. La cifra del SPF indica el número de veces que protege a la piel para no quemarse respecto al tiempo que lo haría sin protección. Con un ejemplo es más fácil de entender: si un niño sin protección se quema por el sol a los 5 minutos, un SPF 30 le protegerá 150 minutos (30×5=150). No obstante, hay que tener en cuenta que esta es la teoría, pero en la práctica, hay diversos factores que disminuyen la eficacia de las cremas solares: el sudor, el roce de la toalla, los baños en el agua, etc. Por eso, lo recomendable es reaplicar la crema cada cierto tiempo, como máximo cada dos horas.

¡Ah! Y asegúrate de que la crema también proteja de los rayos UVA, porque no todas lo hacen. Si es así, aparecerá un pequeño icono con estas siglas en el envase.

¿La ropa con protección funciona?

Sin duda, es una buena alternativa. En el mercado encontramos diversas prendas de ropa (bañadores, gorras, camisetas, pantalones) que actúan también como protectores solares con protección +50 SPF, tanto en seco como en mojado. Además, están fabricados con tejidos transpirables que no dan calor.

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¿Y qué pasa con la vitamina D?

Ya sabemos que la vitamina D es muy importante para nuestro organismo porque favorece la absorción de calcio, ayuda a un correcto mantenimiento de los huesos y regula el sistema inmunitario.

Sin embargo, aunque es cierto que los protectores solares dificultan su absorción, también hay otras maneras de obtener esta vitamina además de la exposición solar: la alimentación y los suplementos vitamínicos. No obstante, el sol es el mayor proveedor ya que nos puede aportar hasta el 90% de vitamina C. En principio, con 20 minutos diarios unos tres días a la semana sería suficiente. Pero, ¿cómo hacemos si la absorción es más efectiva sin protección? Muy sencillo: debemos controlar muy bien el tiempo de exposición (para no excedernos) y que no se realice en las horas centrales del día.

La ventaja es que esta es liposoluble y se acumula, por lo que podemos aprovechar las épocas de buen tiempo para almacenarla.

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